Cuando llega la adolescencia, los cambios físicos, psicológicos, emocionales y cerebrales se suceden tan rápido, que en muchas ocasiones podemos llegar a sentir que no nos ha dado tiempo a adaptarnos a la nueva situación y que nos están cogiendo demasiada ventaja.
Físicamente parecen hombres o mujeres, tienen claro lo que quieren y lo defienden con todo su ser, los intereses cambian, los conflictos crecen, las emociones no dejan tregua y parece que no nos necesitan o al menos, no tanto como antes...
Sin embargo, los padres seguimos teniendo un papel muy importante en el desarrollo y maduración de nuestros hijos. Hay adolescencias fáciles o muy fáciles y adolescencias difíciles o muy difíciles. Cada hijo es único e irrepetible y lo que nos servía con uno, no es válido para el siguiente. Sin embargo, hay algunas pautas generales que viene muy bien tener en cuenta para esta etapa: